Manual: De nerd y/o inseguro, a un hombre culto y con personalidad

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lunes, 28 de marzo de 2011

Galantería inglesa

Uno no sabe lo que hace hasta que lo hace. O la jode que es lo mismo. Pero las cosas buenas bien que se sienten, como si le estuviera leyendo la mente a la chica que me mira con insistencia y algo me dijera: si te lanzas vas a ver que terminas con novia. Obvio eso no pasa, se imagina y ya. O sí pasa pero distorsionado. Esto viene a que leí un cuentito que alboroto mi imaginación.

En la corte del rey Arturo Lancelot estaba enamorado de la reina Ginebra. Lo que más deseaba el ardiente amante era satisfacerse en los turgentes y abundantes pechos de su amada. Para lograrlo acudió a Merlín a quien contó sus cuitas, el mago una vez enterado del deseo de Lancelot se puso a trabajar en una formula. Poco tiempo después logró terminarla y se acercó a Lancelot con un frasquito diciendo:
-Este frasco contiene un líquido que provoca una comezón intensa; el único remedio es tu saliva. Cuando la reina se bañe, vacíalos sobre su corpiño y espera los resultados.
Lancelot acepto el frasco muy contento y se alejo dándole las gracias a Merlín no sin antes prometerle que le pagaría una considerable cantidad de oro por su ayuda.
Cuando la reina se retiro a asearse, Lancelot se introdujo en su alcoba y echó discretamente el líquido dentro del corpiño que usaría la reina. Al poco rato de que esta se vistiera empezó a sentir picor en sus senos, Probo con rascarse, frotarse y nada, no podía librarse de esa comezón. Acudió con Merlín para que éste le diera una solución.
-Mi señora, la única solución posible es que la saliva de Sir Lancelot pase por los lugares donde su Majestad sienta picor.
Al saberlo, el rey Arturo accedió rápidamente, deseaba curar a su mujer para que la comezón no importunara en el lecho real. Sir Lancelot fue introducido en los aposentos de la reina y ésta se descubrió el pecho: el caballero estaba frente a los pechos más grandes y firmes que había visto, dejando aparte su blancura de mármol. Durante toda la noche Lancelot, mordió, chupó, lamió y disfruto de los senos reales, pero gracias a esto la reina le dio cita para que acudiera otras noches aparte de esa para evitar que le diera comezón en sus partes nobles.
Después de tener todo el placer y de satisfacer su libido, Lancelot olvidó la promesa hecha a Merlín, cuando el mago se la recordó, el caballero le respondía con evasivas. Enojado, Merlín volvió a trabajar en la misma fórmula y cuando el rey estaba en los baños reales, vació el líquido en los calzoncillos de su señor.
Al poco rato, el rey acudió a Merlín desesperado porque no podía controlar la comezón de sus partes íntimas, y apurado porque así no podía hacerle el amor a Ginebra. Merlín con toda la flema inglesa que existía desde entonces, dijo:
-Majestad, llame a Sir Lancelot.

Verdes las iba a segar el pobre Lancelot, pero ni me importó porque lo que más me había gustado del cuento había sido la imagen que me formé de los atributos de Ginebra. Tuve que conformarme con imaginarlos, porque para ver unos de ese tamaño a las siete de la mañana en el bosque de Tlalpan sí estaba difícil. Claro que no faltaban las corredoras con buenas piernas y buenas nalgas, pero sin busto, mujeres tipo pera, y claro, las superplanas que se sienten gordas por comer una lechuga de más.
Yo necesitaba más bien de un buen tono muscular, pero eso es aparte, la mayoría de esas mujeres estaban casadas y se jactaban de ser la haute socialité. Idiotas. Si de veras lo fueran estarían en un gimnasio de lujo y no corriendo en el bosque de Tlalpan aunque quieran hacerse las muy sanas y ecologistas. A veces oía que entre ellas se decían que tenían buena condición y yo pensaba: Pues claro, como no la van a tener si se la pasan haciendo ejercicio y recorriendo los centros comerciales de compras.
En Año Nuevo el bosque se llenaba horrible, sobre todo de gente gordita que se proponía bajar, no sé, cinco kilos y después de una semana no les volvía a ver las caras. Me acuerdo que una vez siguiendo la Ruta de la Montaña, me encontré con una niña que ya no aguantaba, estaba sacando los pulmones por la boca y tenía la cara rojísima. Bueno no era tan niña pero tenía cara de inocente, tampoco estaba tan fat, si acaso dos o tres kilos de más pero no estaba acostumbrada a correr cinco kilómetros así como así y menos a cuestas. La detuve y la saqué del camino ofreciéndole de mi bebida ¿qué tal que se desmayaba y yo de ojete me seguía de frente? No way, como buen samaritano la senté, le pedí que se relajara y le di de mi bebida hidratante. A los pocos minutos le brillaban los ojitos. Idiota, pensé, por andar de caritativo te vas a pegar un chicle en el zapato.
-¿Está dura la subida no?- le pregunté haciéndome el comprensivo.
-Sí, mucho. Es la primera vez que vengo.
-Que bueno ¿que tanto calentaste? Porque si es tu primera vez tienes que calentar como media hora para que tu cuerpo aguante.
-¿Calentar?
Carajo, esta escuincla ni siquiera se estiró, le iba a dar un calambre horrendo en cuanto se volviera a mover.
-Bueno, si no, no te apures, por lo pronto relájate y luego vemos como sigues.
Y en eso que le hablan al celular. Porque la niñita cargaba con todo: celular, ipod, cronómetro... no dudaba que cargara una laptop en el cochecito en el que vino. Y vaya que tuve razón. Pero mientras yo estaba que no aguantaba su conversación: No mami, no he terminado, me dijo un corredor que podía desmayarme. No mami, no llevo ni dos kilómetros. ¡Ay ya mamá! Te juro que voy a adelgazar para la fiesta de Maru. Ajá mami, nos vemos, besos.
Horrible nada más de oírla. Una de las "niñas bien" o más bien mal que siempre quieren estar esqueléticas pero no pueden porque van a esas pastelerías de La Bola donde todo es light y se pasan la vida comiéndolos pensando que tienen cero calorías.
Pero la tía no estaba tan mal, incluso me parecía linda si no abría la boca. Total que ya no quiso seguir corriendo y decidió volver a su casa lo más lento posible para que su madre pensara que había corrido lo suficiente. La acompañé a su coche y de paso me iba al mío; la holgazanería se pega como la peste o hasta más rápido, pero ella no me soltaba ni de chiste. Como estaría la cosa que al llegar a su coche ya me estaba besando y poniendo su mano en mi junk.
-¿Y si nos vamos a otro lugar?- me preguntó.
Y yo de idiota todo endorfinado le dije que sí. Pero ¿a dónde nos podíamos ir? ¿A nuestras casas? De entrada no, ¿a un hotel? No, y menos en la mañana, ¿a la casa de mi amigo que se fue de viaje? You're right darling.
Mi amigo tenía complejo de Casanova, por eso tenía en su casa todo tipo de juguetes y el mejor equipo para sus noches. Y las mías course, porque también me prestaba su casa con la condición de que le consiguiera chica, y claro como que eso se me da. Tenía una tina grande, fácil cabían cuatro personas. Lo primero que hice fue echarme un wash no iba a estar con una chica todo sudado. Ella también se lavó. Todo en onda muy santita como si fuéramos simples amigos. Llegamos en nuestros coches, ella siguiéndome a mí para no tener que regresar al bosque y con ella subió todo el kit: laptop, bolsa, unos tenis conversation. He aprendido que las bolsas femeninas son un gran misterio, traen todo un mundo ahí dentro, pueden cargar con las perlas de la Virgen y nosotros ni en cuenta, por fuera solo se ve como una respetable bolsa.
Empecé todo muy normal, cafecito, una toalla para que te seques el pelo... Todo en plan respetuoso, porque eso de cruzar la puerta y atascarse de manoseos es, no sé, de mal gusto. Eso que lo hagan los nacos, yo tengo clase.
Empecé bien caballeroso besándola en la mejilla, en el pelo, en el cuello y ella avorazada a fuerza en la boca. No modo, tuve que ceder, cuando menos me lo esperaba ya estaba en la tina con mi ropa tirada a un lado. Ella seguía vestida y fuera de la bañera, pero no por mucho tiempo, se quitó la chamarra y se quedó en camiseta. Sin brasier. Se le podían ver los pezones duros bajo la tela. Se bajo el pants y traía una tanguita preciosa de chiquita. De su talla of course, sino me hubiera dado asco ver como el resorte le apretaba haciéndola lucir como una gran bola de helado en un cono chico. O sea escurriéndole los excesos. Viéndola bien, no estaba tan fat, si caso un poco, pero creo que ya muchas mujeres son así. Digo, no puedo ir por la vida pidiendo supermodelos. Además ni que la belleza fuera la Santa Muerte, más bonitas estaban las Tres Gracias.
Se colocó de espaldas y mi atención se concentró en sus nalgas, apenas adornadas por un triangulito negro. Para este punto, mi junk estaba ya por encima del nivel del agua. Cuando ella se metió en la tina se le transparentó todo, me hipnotizó nada más con poner sus pechos al alcance de mis ojos. Juagaba con mi junk pero sin hacer nada y sin dejarme hacer, me daba a probar nada más, y yo que ya no aguantaba. Quería que hiciera algo ya o si no iba a explotar de puras ganas. Se puso de pie en la tina y se volteó, se inclinó y ufff, yo veía su clítoris queriendo librarse de la tanga. Estaba súper excitada. Me movía las nalgas de un lado a otro cuando se irguió y se quitó la camiseta. Ya sólo la cubría el triangulito negro ¿En dónde había aprendido eso? En xxoxo Lea de seguro, o con Brianna Frostt, porque me recordaba a ellas. Se volteó con sus dedos índice tapándose los pezones. Que delicia. Sobándoselos y apretándoselos hacía sí como toda una profesional. Lentamente los fue quitando. Unos senos tipo Ginebra, sólo que más tostaditos; los pasaba por mi cara y los quitaba. Y yo que ya no podía. Después se quitó la tanga pero se siguió moviendo. Sensualísima. Como serpiente diría mi tutor. En fin, ya estábamos puestísimos, se me acercó y lentamente fue entrando. Me quedé sin palabras. Porque llevamos al mismo tiempo al cielo. Una cosa preciosa porque no tuvimos que estarnos frotando como animales, sino un rico (riquísimo) preámbulo y luego cuando estemos listos a embonar las piezas.
Me dejó jugar con sus senos claro, yo se los besaba para estar bien seguro de que eran de verdad, no me vaya a salir siliconada. Pero eran naturalitos porque eran manejables. Me acuerdo que le pregunté: ¿te gustan los rusos? Y resultó que sí. Ese milagrito tenía que colgárselo a algún Merlín porque esta mujer tenía los pechos como la misma Ginebra, y el mago era mi amigo of course. Todavía me di el lujo de mordérselas, y ella gritando de dolor o de placer, no sé, pero igual le gustaba.
Cuando menos me di cuenta ya eran casi las once de la mañana. Quedamos en volver a vernos, para esto ella era Ginebra y yo Lancelot, así nos íbamos a llamar porque ya le había contado el cuentito y bien que había pegado. Íbamos a brindar también con una botella de Ginebra Bols, un rollo bien personal.
Nos despedimos con un beso no sin antes dejar en orden el apartamento y nos fuimos. A los pocos días me llegó un mensaje: Ginebra.

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